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lunes, diciembre 9, 2024
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Niños aislados por desconocimiento del Síndrome de Tourette

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  • Se caracteriza por la presencia de tics o movimientos involuntarios; se puede confundir con un trastorno de déficit de atención o con autismo

 Presentar movimientos involuntarios, decir groserías de manera descontrolada y ser vistos como “bichos raros” por quienes los rodean, son motivos de sufrimiento para los infantes con Síndrome de Tourette.

El desconocimiento que se tiene de esta condición mental, que afecta al uno por ciento de la población, y a que en México existe miedo a admitir los problemas de salud mental, los niños pueden ser relegados y aislados socialmente, abundó al referirse al tema en entrevista.

Nos da temor decir: en mi familia hay alguien psicótico, esquizofrénico, inclusive con Síndrome de Alzheimer, simplemente se dice que es holgazanería o que no quieren hacer las cosas. La salud mental es poco valorada, una persona con un trastorno creemos que es débil y que no se ha adaptado.

Hugo Sánchez Castillo, experto en trastornos neurodegenerativos y de la conducta, precisó que se trata de una enfermedad antigua, en términos de registro, la cual fue descrita por primera vez por el neurólogo francés Georges Gilles de la Tourette, en 1885, quien atendía a una marquesa que manifestaba groserías y se decía que tenía el rostro contracturado.

Años después Mary Robertson retomó el caso y nombró el síndrome en honor a Gilles de la Tourette. En la actualidad se sabe que es una afectación en el nivel de ganglio basal y una afectación en la corteza prefrontal para regular su conducta; eso hace que los niños reporten que antes de un episodio sienten un “aura”, o que empiecen a temblar o ver luces, por eso algunos tratan de regular la conducta.

Es un padecimiento que se reporta con más frecuencia en niños que en niñas, y aparece en etapas tempranas del desarrollo (a los 10 u 11 años), aunque hay casos en los cuales los síntomas perduran hasta la edad adulta, pero cuando la corteza prefrontal madura el paciente es capaz de regular su conducta, dijo.

Se caracteriza por la presencia de tics o movimientos involuntarios que pueden ser vocales como la ecolalia, es decir, cuando una persona repite todo lo que otra dice; coprolalia, pronuncia palabras obscenas o impropias; y cuando solo habla, habla y habla se le dice palilalia.

También alzar las manos o los pies repetitivamente, y la variante más complicada es la considerada maligna porque implica conductas repetitivas de autolesión; por ejemplo se golpean y pueden romperse huesos o clavarse objetos punzocortantes.

Sánchez Castillo enfatiza que es esencial saber que cuando enfrentan estos tics son conscientes de la situación y sufren porque tratan de evitarlo. Ello ocasiona un inconveniente de adaptación importante porque son considerados personas raras, problemáticas y, en casos extremos, monstruos.

Las situaciones relacionadas con la mente no se curan, se controlan. En el caso del Síndrome de Tourette en numerosos casos se les quita al crecer, pero si es crónico al desarrollarse se les puede tratar con fármacos antipsicóticos para que no se sobreexiten, destacó.

Debido a su naturaleza, se puede confundir con un trastorno de déficit de atención por hiperactividad, por ejemplo ansiedad por los gritos o exasperaciones; o con autismo, debido a la actitud repetitiva y los movimientos constantes, expuso el especialista.

En ese sentido, Sánchez Castillo añadió que debe haber un reconocimiento correcto de la sintomatología. Los menores no lo dicen o no les gusta por este estigma que los hace ver como monstruos, groseros, y se vuelven retraídos o con problemas de adaptación.

El especialista recomendó a los padres de familia que si observan que su hijo presenta esas manifestaciones, bajo rendimiento escolar, no se relaciona con otros niños, o permanece con las manos bajo la mesa agarrándolas fuertemente, es probable que esté tratando de controlar el tic motor. O bien, si emite ruidos extraños varias veces es posible que se trate de algo fuera de su control, por lo que en vez de regañarlo o castigarlo hay que preguntarle si lo puede dominar o no. Adicionalmente se debe buscar ayuda especializada.

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